La pandemia global del COVID-19 provocó una crisis de salud pública sin precedentes que paralizó a la economía mundial. Sus efectos fueron devastadores no solo en términos de salud, reducciones en el ingreso o desempleo, sino que, a nivel empresarial, se generaron disrupciones en la producción de bienes y servicios que afectaron directamente las operaciones y, por ende, el nivel de ventas. Estos efectos se percibieron en todos los sectores de la economía porque es muy complicado mantener la salud de un solo sector si el resto de las actividades se encuentran afectadas.

De acuerdo con datos del Servicio de Rentas Internas (SRI), en 2019 el total de ventas y exportaciones del sector privado fue de 130 392 millones de dólares, mientras que para el año 2020 esta cifra descendió a 113 645 millones, lo que significa una disminución anual del -12,8%. Dado que el shock fue generalizado, la mayoría de las actividades económicas sufrieron una disminución en sus ventas en 2020. Tal es el caso de la construcción, sector que tuvo un nivel de ventas 31,5% inferior al de 2019.  Lo mismo ocurre con el comercio, la agricultura, las actividades financieras y de seguros y la enseñanza, las mismas que, al 2020, poseen una tasa de variación anual en ventas del -12,4%, -5,3%, -5,7% y -17,2%, respectivamente (ver Gráfico 1 en versión descargable).

La caída de las ventas provoca consecuencias negativas en la rentabilidad de las empresas. Al no poder vender, se reducen los ingresos y se afecta todo el negocio. La rentabilidad constituye un termómetro de la salud de las empresas. Así, una mayor rentabilidad significa que estas han sabido aprovechar sus recursos de una manera eficiente para generar ganancias, lo que a su vez se traduce en mayor inversión para entregar bienes y servicios y más fuentes de empleo. De tal modo, además de medir el beneficio derivado de la inversión de una empresa, la rentabilidad tiene que ver con la utilidad generada para la sociedad en general, no únicamente en términos económicos, sino que también en bienestar, calidad de vida, entre otros (Rogobete, A. 2021).

Al tomar el indicador de rendimiento sobre el patrimonio (ROE), se compara la rentabilidad entre diferentes empresas o sectores económicos (Medina y Mauricci, 2014). Es decir, mientras mayor sea este indicador, mayor será la capacidad que una empresa posee para generar utilidades con relación a sus recursos.

En el Gráfico 2 (ver en versión descargable) se observa la rentabilidad de las principales actividades económicas para el año 2019 y 2020. Las actividades que presentan mayor afectación en el ROE 2020 en comparación con el de 2019 son: actividades profesionales, con 25,3 puntos porcentuales (p.p.) de reducción; transporte y almacenamiento, con una caída de 14,2 p.p; y banca privada, con una reducción de 9,1 p.p.

En el caso del sistema bancario ecuatoriano, en 2019 alcanzó un ROE de 13,9%, por debajo del promedio de América Latina, según los datos de la Federación Latinoamericana de Bancos. Sin embargo, para el año 2020 este indicador fue de 4,8%, lo cual evidencia la fuerte afectación tras la crisis sanitaria. Lo mismo sucede en el caso de las cooperativas de ahorro y crédito y las mutualistas, las cuales presentaron en 2019 un ROE de 8,1% y 5,9%, respectivamente, pero para el 2020 estas cifras fueron de 3,6% y 1,4%. En conjunto, el sector financiero tuvo una afectación importante por la necesidad de hacer mayores provisiones, dada la posibilidad de incurrir en mayor cartera vencida por falta de pagos, brindar atención ininterrumpida y asegurar que los canales de transaccionalidad se mantengan operativos y seguros.

En la época previa a la pandemia, las industrias en Ecuador con los mayores niveles de rentabilidad fueron: transporte y almacenamiento (ROE del 36,2%), actividades profesionales (ROE del 31,6%) y explotación de minas y canteras (ROE del 17,3%), según los datos reportados por las empresas a la Superintendencia de Compañías. Mientras que, para el cierre del 2020, estas actividades fueron: transporte y almacenamiento, enseñanza, y explotación de minas y canteras, con un ROE de 22,0%, 12,8%, y 11,5%, respectivamente. Esto significa, por ejemplo, que en 2019 por cada dólar de capital o patrimonio que una empresa de transporte o almacenamiento invirtió, ganó 0,36 centavos de utilidad.

La caída en las ventas y, por tanto, el golpe ocasionado en la rentabilidad de los distintos sectores económicos, limitan la capacidad de generación de aportes al Estado mediante impuestos. Según el SRI, en 2020 la recaudación tributaria efectiva fue de 11 748 millones de dólares, mientras que, en el año 2019, esta cifra fue de 13 480 millones, lo que representa una disminución del 12,9%, corroborando la desaceleración económica.

En el Gráfico 3 (ver en versión descargable) se observa la participación de las diferentes actividades económicas en la recaudación tributaria total. La actividad que más contribuye a la recaudación de impuestos es el comercio al por mayor y menor (30%), seguida de las actividades financieras y de seguros (18%) y la explotación de minas y canteras (5%).

Al realizar un análisis más minucioso de las actividades financieras y de seguros –que representan el 18% de la recaudación total a diciembre de 2020–, se observa que, de estas, el sistema bancario, cooperativo y de mutualistas, representan el 87% de la recaudación total a diciembre de 2020 (ver Gráfico 4 en versión descargable).

Asimismo, la recaudación del impuesto a la renta presenció una caída. En 2019, esta cifra sumó 4769 millones de dólares, mientras que en 2020 descendió a 4406 millones, con un decrecimiento del 7,6%. En el Gráfico 5 (ver en versión descargable) se plasma lo recaudado en impuesto a la renta en relación con la utilidad neta obtenida de las principales actividades económicas.

Las actividades que más contribuyeron en la recaudación del impuesto a la renta con respecto a sus ingresos en 2019 fueron la explotación de minas y canteras; construcción; y bancos privados. Mientras que, para el año 2020, estas actividades fueron explotación de minas y canteras; transporte y almacenamiento; y construcción.

La magnitud desproporcionada de la pandemia afectó a todas las actividades económicas del Ecuador, dejando secuelas en sus operaciones, niveles de ventas y, por ende, la rentabilidad y su posibilidad de aportar con mayores impuestos. La recuperación económica depende en gran medida de la capacidad de las empresas de volver a generar ventas y una adecuada rentabilidad, lo cual no solo es bueno para la salud de los negocios, sino para toda la economía en su conjunto, ya que esto se traduce en más empleos, mayor consumo, más aportes mediante impuestos y, finalmente, dinamización económica que encaminará al país a la recuperación sostenida. Resulta imprescindible, entonces, reconocer la importancia de todas las actividades que conforman la economía ecuatoriana, pues así los resultados positivos de cada una de estas generarán bienestar a la sociedad en general.

 

 

 

 

 

Fuente: Perspectivas Ide